lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Y LOS APRENDICES?

Al releer este artículo, (publicado en la revista anual del Gremio en el año 1992) no me ha quedado mas remedio que incorporarlo para darlo a conocer, el motivo; pues que lo considero de total actualidad y si ya en 1992 se exponían estas razones, no está de más reconsiderarlas hoy en día y ver si existe alguien con el valor suficiente para recuperar lo perdido.
¿Y LOS APRENDICES?
Como si jamás hubiesen existido, ¿desaparecieron?
Nuevos tiempos, nuevas técnicas traen nuevas concepciones.
Otros criterios imponen otras costumbres. Serán éstas mejor o peor. El tiempo lo dirá. Lo cierto es que al revolucionar aquello que la costumbre, el hábito y la tradición asentaron, modelando un estilo de vida, se produce el vacío y se rompe la continuidad.
Aprendices hemos sido todos en la edad juvenil. Y hay quien nunca ha pasado de ser aprendiz. Ya lo dice el refrán "Aprendiz de todo, maestro de nada". El estudio jamás ha bastado para completar una formación. Tras los cursos en la Universidad hay que pasar, forzosamente, por el aprendizaje en el bufete. Tras el paso por la Facultad, el médico ha de adquirir práctica en el Hospital. Los demás oficios de índole mecánica, enseñaron, adiestraron y formaron en taller a los jóvenes que se iniciaban.
Desde siempre los oficios fueron tenidos como organismos imprescindibles para el desarrollo y funcionamiento de la sociedad. Pero fue en la Edad Media donde surgió el sistema de organización que dio origen a los Gremios. Junto al maestro, ante la mesa de trabajo, el aprendiz se formó y llegó a adquirir experiencia. No fueron vanos los esfuerzos del maestro ni estériles los sacrificios de los aprendices. Cuando éstos se consideraban hábiles y capacitados se separaban del maestro y se independizaban. Era como si otra vida se hubiese engendrado y alentase por sí misma.
El aprendiz de hoy será el maestro de mañana. De su habilidad, destreza, saber y conocimiento, dependerá en parte el desarrollo y el progreso de la sociedad. Considerar a un encuadernador, por ejemplo, hábil y diestro, y tener a un mecánico como extraordinario técnico, es un bien que honra y enaltece a la ciudad. Es tanto como apreciar la maestría de un artista que, en el ámbito de su vocación produce obras inauditas.
Se está rompiendo la tradición del aprendiz por imperativos económicos. Antiguamente, el muchacho que era admitido en un taller le acompañaba el deseo de aprender. El maestro, contrariamente a lo que se cree, no "explotaba" al muchacho ni se servía de él para enriquecerse. Obsérvese cuantos maestros artesanos se han enriquecido, al contrario, muchos de ellos han terminado teniendo que cerrar su pequeño taller por imperativos económicos.
Los conocimientos del maestro iban enriqueciendo al aprendiz. Era todo su saber y también su experiencia los que regalaba generosamente al aprendiz, en un gozoso desprendimiento que resumía el hondo sentido de la continuidad. Saber que alguien, detrás de él, persistirá en su oficio, en su profesión, era tanto como asegurarse una benévola supervivencia.
Los nuevos tiempos han conmovido los hábitos tradicionales que, por tradicionales, se han considerado ineficaces. La enseñanza que miles y miles de talleres prodigaban en toda España se ha visto reducida a unas cuantas universidades laborales. De la gratuidad de la formación primaria se ha pasado a un desembolso exorbitante. No se dude de la eficacia de la enseñanza profesional. Tan solo se añora la desaparición de la figura del aprendiz, tan deshumanizada hoy y antaño tan unida, tan viviendo a la sombra del maestro.
Es muy posible, que tengan "razón" quienes ordenan desmantelar industrias con normal rendimiento, quienes hacen talar viñas y reducir la producción de vino, quienes impiden la producción de leche, quienes hacen que el patrono cierre sus talleres por exigencias de los impuestos; es muy posible que tengan razón y que su vista de águila vislumbre el futuro con más agudeza y penetración. Pero también es posible que estén equivocados, que no tengan más visión que la del papel en que dictan sus órdenes y que yerren el camino.
Lo que si es cierto, es que la cálida humanidad, los efectos de la convivencia y el sentido cordial y afectuoso de la vida, sintetizados en la amistad entre el maestro y el aprendiz, todo esto ha desaparecido. Para bien o para mal, pero ha desaparecido.
Un antiguo aprendiz.
(Y esto en un artículo de hace 17 años).

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